Dublín, mon amour!

El próximo mes de diciembre debe de tener lugar la firma del tratado que entrará en vigor tan pronto sea ratificado por 30 estados. De momento el gobierno español se plantea la interrupción de la fabricación de tales bombas con efectos inmediatos y la destrucción de las existencias de las mismas.
Es cierto que Estados Unidos, Rusia y otras potencias productoras y usuarias de tales bombas han permanecido fuera del acuerdo, aunque intentando influir en el mismo, y ello puede llevar a cierto escepticismo sobre su efectividad. Sin embargo, lo mismo ocurrió con el acuerdo sobre minas antipersonal de Ottawa hace una decena de años, y la carga de condena moral de los mismos convirtió el uso de tales minas en impresentable, por lo que las potencias no signatarias del acuerdo dejaron de usarlas en la práctica.
Es en cualquier caso un acuerdo de gran importancia en el perfeccionamiento del Derecho de la Guerra, y en la prohibición de prácticas bélicas que afectan en forma directa a la población civil.
El lento y difícil avance hacia un estadio superior de civilización, de respeto de los Derechos Humanos y de eliminación de los crímenes de guerra ha dado un paso importantísimo en Dublín, y es bueno y justo reconocerlo.
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