Se armó la trifulca en el Parlamento Europeo con la condena al franquismo ante el escándalo del Grupo Popular, luego el culto Piqué afinó el análisis político y distinguió entre las categorías politológicas de fascismo y autoritarismo de derechas, lo que sonó claramente como una disculpa de la dictadura franquista.
Acudió al rescate del viaje al centro María San Gil con su comparación de la foto de la entrevista entre Otegui y Patxi López con la "histórica foto de Hitler y Franco".
Culminó la jugada Mariano Rajoy aseverando que el Presidente del Gobierno no representa al Estado, sino tan sólo al Gobierno o al Partido Socialista.
Dejando aparte distinciones académicas respecto a la representación, es lo cierto que los actos del Presidente del Gobierno vinculan al Estado, y permanecen aunque cambien los Gobiernos.
Lo que quería Rajoy no era hacer distingos académicos, quería minar la legitimidad del Gobierno, negar su posibilidad de actuación, y pretendía enfrentarlo al conjunto de los ciudadanos.
Vano esfuerzo el suyo. Mientras Rajoy se echa al monte de la negación del sistema democrático y de la marginalidad política, la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de España, mucho más sabios, respaldan la acción del Gobierno para lograr el fin del terrorismo etarra.
(artículo publicado en laRepública.es)