La pobreza mata
Más de cien mil viviendas destruidas, la vida económica destrozada, las pocas infraestructuras inutilizadas y, por encima de todo, decenas de miles de muertos de los que no llegaremos a saber nunca el número exacto ni el nombre.
Estas son las secuelas inmediatas del ciclón Nargis en Myanmar, la desgraciada tierra conocida como Birmania por los colonialistas, sometida a férrea dictadura militar y con la población sometida a las penas de la pobreza.
Se oirán ahora lamentos, plenamente justificados, y se acudirá en auxilio de los supervivientes con cierta presteza y generosidad probada mediante la ayuda humanitaria, realmente imprescindible.
Además de todo ello, deberíamos de pensar también en que lo que mata no es tanto la naturaleza y sus fuerzas desatadas como la pobreza.
Cuando no existen sistemas de alarma, cuando la infravivienda es la norma, cuando la precariedad de las infraestructuras es lo habitual, cuando la pobreza de la gente le impide acceder a las mínimas condiciones de seguridad ante los fenómenos naturales, lo que mata es la pobreza.
Y la pobreza no es algo que exista espontáneamente en la naturaleza, de la que nadie tenga la culpa, no es un azar ni un caso fortuito, no es una desgracia inevitable.
La pobreza está causada por mecanismos de explotación económica a todos los niveles, globales y locales. La pobreza es el resultado de la actuación de los poderosos y del mantenimiento de las injustas estructuras de explotación.
Contra la pobreza se puede y se debe de actuar, porque la pobreza es injusta, y porque la pobreza mata.
Estas son las secuelas inmediatas del ciclón Nargis en Myanmar, la desgraciada tierra conocida como Birmania por los colonialistas, sometida a férrea dictadura militar y con la población sometida a las penas de la pobreza.
Se oirán ahora lamentos, plenamente justificados, y se acudirá en auxilio de los supervivientes con cierta presteza y generosidad probada mediante la ayuda humanitaria, realmente imprescindible.
Además de todo ello, deberíamos de pensar también en que lo que mata no es tanto la naturaleza y sus fuerzas desatadas como la pobreza.
Cuando no existen sistemas de alarma, cuando la infravivienda es la norma, cuando la precariedad de las infraestructuras es lo habitual, cuando la pobreza de la gente le impide acceder a las mínimas condiciones de seguridad ante los fenómenos naturales, lo que mata es la pobreza.
Y la pobreza no es algo que exista espontáneamente en la naturaleza, de la que nadie tenga la culpa, no es un azar ni un caso fortuito, no es una desgracia inevitable.
La pobreza está causada por mecanismos de explotación económica a todos los niveles, globales y locales. La pobreza es el resultado de la actuación de los poderosos y del mantenimiento de las injustas estructuras de explotación.
Contra la pobreza se puede y se debe de actuar, porque la pobreza es injusta, y porque la pobreza mata.
Etiquetas: Afers Estrangers, cooperació, crònica, Drets Humans
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