Buscando la salvación por la campana

Cuando, por el orden del debate, se vió Rajoy compelido a volver a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados ya no sabía que decir. Había dilapidado la totalidad de las afirmaciones acostumbradas en su primera intervención, dedicada al ejercicio apocalíptico habitual, pintando una España sólo existente en su propia mente, bien alejada de la realidad.
La contestación de Rodríguez Zapatero había descolocado del todo al autodenominado líder de la oposición (habría que preguntar sobre eso en Génova), y no se le ocurría cómo podía responder.
En eso, su lado marrullero vino en su auxilio, y vió clara la solución: el "Pato Lucas", como llamamos en el Congreso al diabólico mecanismo - sustitutivo de la campana - que en forma automática lanza un desagradable sonido, que se va reiterando, cuando el orador ha superado el tiempo que le viene concedido en cada debate, y que no hay quien pueda ignorar.
Por eso Rajoy, en medio de vaciedades y deliberada pérdida de tiempo, consiguió llegar al primer toque de gong, fingió indignación, habló de expulsión de la tribuna, se enfrentó al Presidente del Congreso e incitó la bronca de su bancada, que realmente se produjo.
Trató con ello de tapar su claro, evidente, fracaso en el debate, reconociéndolo así de paso.
Como dijo ayer Rodríguez Zapatero, "profetas del desastre y, además, un desastre de profetas".