El Derecho de Gentes está basado en el principio de que
las naciones deben de hacerse, en tiempo de paz, el mayor bien posible,
y en tiempo de guerra, el menor daño posible.
Montesquieu
El 27 de diciembre de 2008 es una fecha infausta para los principios del Derecho de Gentes, del Derecho Internacional, y para los principios de humanidad, así como para las esperanzas de paz.
Los bombardeos israelíes sobre Gaza no sólo infringen el Derecho Internacional, en especial la IV Convención de Ginebra que obliga a la potencia ocupante, en este caso Israel, a proteger la vida y bienes de las poblaciones ocupadas, sino que lo infringen también por la absoluta desproporción respectos a los ataques a los que dicen responder.
La pérdida de vidas humanas, la destrucción física del lugar de vida de los palestinos en Gaza, el terror que producen en la población civil – víctima principal e inocente - son algo que va mucho más allá de una respuesta proporcionada a los irresponsables ataques con cohetes sobre territorio internacionalmente reconocido como israelí, que seguramente superan los límites del derecho a la resistencia contra la ocupación.
No me parece necesario insistir sobre lo que todos pudimos ver y conocer gracias a la labor de los periodistas que permanecieron en la Franja de Gaza durante todo el periodo de ataques aéreos y luego terrestres que produjeron un número de muertos que será prácticamente imposible establecer con exactitud, pero que supera los 1.300, de los cuales menos de cien son reconocidos por Hamás como combatientes sujetos a su disciplina.
Estos ataques han tenido, mucho me temo, otros efectos también terribles para Oriente Medio, para el conjunto del Mediterráneo, y para la totalidad de la Comunidad Internacional, además de producir cantidades ingentes de odio que afecta a toda una nueva generación que ha perdido parientes y amigos.
Se ha consolidado, en efecto, la división del pueblo palestino, separando plenamente las condiciones, las posibilidades y los destinos de los habitantes de Gaza respecto a los de Cisjordania y Jerusalén Este. Con ello se completa la fragmentación de los palestinos en grupos distintos, si tenemos en cuenta la situación de los refugiados en Líbano, Siria y Jordania, principalmente, la de los palestinos ciudadanos de Israel, y la de los palestinos de la diáspora mundial.
No se trata sólo de separación o discontinuidad geográfica, se trata de división política, de aparición de lógicas internas diferentes y divergentes, mucho más allá de cualquier disputa de liderazgos, y no podemos ignorar que eso supone un evidente obstáculo para la paz, puesto que la fragmentación dificulta enormemente la interlocución y la negociación. Todo ello es más profundo que una desavenencia entre Hamás y Al Fatal. Se plantea una crisis del sistema de representación política palestina en todos sus aspectos.
Por la parte israelí, las consecuencias electorales de los ataques a Gaza – que tenían indiscutiblemente un componente de campaña política interna – suponen también una consolidación institucional de la fragmentación social, producto principalmente de la política migratoria posterior a la desaparición práctica de los kibutzim, que se ha reflejado además en una clara deriva hacia la derecha, desde la ultra derecha de “Israel es nuestra Casa” de Avigdor Liebermann, la derecha extrema del Likud de Bibi Netanyahu y la derecha del Kadima de Tzipi Livni hasta las variadas expresiones del extremismo religioso de derechas, dejando a los partidos de centro y de izquierda en posiciones más que difíciles en el Knesset y sin posibilidad alguna de entrar en el Gobierno.
Si le añadimos la complejidad creciente del panorama regional, con la falta de actuación de los países árabes, claramente divididos al respecto por el miedo que algunos tienen a las repercusiones en los movimientos islamistas propios, la presencia actuante de Irán, y los intereses de presencia de las que quieren ser potencias regionales determinantes como Siria y Turquía, comprenderemos que nada es, en absoluto, fácil.
Sin embargo es imperativa la lucha por la paz. La comunidad internacional, especialmente NN.UU., EE.UU. y la UE, y la sociedad civil internacional organizada deben de presionar para lograr las condiciones para una paz justa y duradera, con el respeto pleno a las resoluciones de NN.UU, al Derecho Internacional y a los derechos del pueblo palestino.
No nos resignamos, no nos resignaremos, a seguir contemplando la ocupación y la violencia. No nos resignamos a renunciar a la paz, la justicia y la seguridad para todos los pueblos.
(article per a la revista de l'ONG Solidaridad Internacional)
Etiquetas: Afers Estrangers, Palestina, pau
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