USA, dentro y fuera(*)
Las elecciones del primer martes siguiente al primer lunes de noviembre del segundo año de la elección del Presidente, como establece la Constitución de los Estados Unidos de América para las elecciones legislativas, y mucho más, de medio mandato, que se celebraron el 7 de noviembre pasado, han supuesto un auténtico terremoto político en los Estados Unidos, con el cambio de la mayoría en el Senado, el cambio de la mayoría en la Cámara de Representantes y el cambio de relación entre republicanos y demócratas en el número de Gobernadores de los distintos Estados.
Estas elecciones vienen a demostrar que se mantiene la validez de los principios democráticos radicales en los que se basa la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América.
Incluso en situaciones realmente difíciles para la libertad de expresión, para los derechos civiles y para las expresiones colectivas de disenso, es posible cambiar una mayoría, es posible poner en juego el sistema de separación de poderes, controlándose los unos a los otros, y con los ciudadanos controlándolos a todos.
Dentro de los USA la nueva mayoría demócrata es una magnífica noticia para los ciudadanos americanos y también para todas las personas que viven en los Estados Unidos sin tener la ciudadanía.
Es claro, es seguro, que el nivel de respeto a los Derechos Humanos aumentará, que va a ser más difícil que la administración Bush mantenga las detenciones administrativas sin juicio, la negativa al "habeas corpus", los juicios sin comunicar las pruebas a los acusados, las comisiones militares especiales, las escuchas telefónicas sin autorización judicial, el sistema de delación policial generalizado, la negación práctica de la libertad de opinión, de convicción y de opinión tendrá más difícil su aceptación acrítica en el interior de los Estados Unidos. La polémica, la diversidad de opiniones, la libre confrontación de ideas, se verán sin duda alguna reforzadas e incluso puede que lleguen a compensar la degradación democrática que se ha dado en los doce largos años de predominio republicano en el Congreso.
También van a salir beneficiados los trabajadores pobres, aquellos millones de americanos que pese a trabajar en el sistema productivo, tienen unos ingresos inferiores a los niveles de pobreza. Será también una mejor época para todos los que dependen en sus posibilidades de vida de la sanidad pública y de los demás servicios sociales. Algo de "welfare" se va a introducir en medio del océano del capitalismo salvaje. Las minorías étnicas y lingüísticas se verán mejor atendidas, y casi seguro que descenderá el asfixiante nivel de control de la vida pública por parte de los cristianos fundamentalistas, renacidos y otros.
Sólo nos faltaría la repercusión hacia fuera. El veto estadounidense en el Consejo de Seguridad para evitar cualquier señalamiento de responsabilidad israelí en las matanzas de Gaza es mal presagio. Ojalá que el cantado cambio del embajador USA en la ONU pueda modificar algo en este sentido.
Los ciudadanos del mundo, que dependemos en nuestras vidas de las decisiones unilaterales del único actor internacional hegemónico, quisiéramos que esta renovación democrática y demócrata nos llegara también a nosotros. Que la arrogante prepotencia americana se viera suavizada por una visión democrática que no puede, sin pecado, quedarse en su interior. Que los USA aceptaran la existencia de una comunidad internacional, de unas normas o reglas de juego aplicables a todos. Que renunciaran al uso de la fuerza para la defensa de posiciones indefendibles, que dejaran de intervenir en las decisiones democráticas de otros países, que la amenaza militar y de boicoteo económico americano despareciera del panorama como determinante del marco de las posibilidades de hacer políticas autónomas por parte de los demás países.
Ojalá que el camino a la democracia no se quedara dentro de los USA. Ojalá que los demócratas americanos abrieran también la posibilidad de la libertad y la democracia, de la autonomía política, para todos los pueblos.
(*) Dedicado a Eustaquio Martínez (Eugene Martinez Sr.), de Irvington-on-Hudson, New York, auténtico demócrata antifascista americano, que me enseñó lo de izquierdas que puede ser un americano. In memoriam.
(artículo publicado en laRepública.es)
Estas elecciones vienen a demostrar que se mantiene la validez de los principios democráticos radicales en los que se basa la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América.
Incluso en situaciones realmente difíciles para la libertad de expresión, para los derechos civiles y para las expresiones colectivas de disenso, es posible cambiar una mayoría, es posible poner en juego el sistema de separación de poderes, controlándose los unos a los otros, y con los ciudadanos controlándolos a todos.
Dentro de los USA la nueva mayoría demócrata es una magnífica noticia para los ciudadanos americanos y también para todas las personas que viven en los Estados Unidos sin tener la ciudadanía.
Es claro, es seguro, que el nivel de respeto a los Derechos Humanos aumentará, que va a ser más difícil que la administración Bush mantenga las detenciones administrativas sin juicio, la negativa al "habeas corpus", los juicios sin comunicar las pruebas a los acusados, las comisiones militares especiales, las escuchas telefónicas sin autorización judicial, el sistema de delación policial generalizado, la negación práctica de la libertad de opinión, de convicción y de opinión tendrá más difícil su aceptación acrítica en el interior de los Estados Unidos. La polémica, la diversidad de opiniones, la libre confrontación de ideas, se verán sin duda alguna reforzadas e incluso puede que lleguen a compensar la degradación democrática que se ha dado en los doce largos años de predominio republicano en el Congreso.
También van a salir beneficiados los trabajadores pobres, aquellos millones de americanos que pese a trabajar en el sistema productivo, tienen unos ingresos inferiores a los niveles de pobreza. Será también una mejor época para todos los que dependen en sus posibilidades de vida de la sanidad pública y de los demás servicios sociales. Algo de "welfare" se va a introducir en medio del océano del capitalismo salvaje. Las minorías étnicas y lingüísticas se verán mejor atendidas, y casi seguro que descenderá el asfixiante nivel de control de la vida pública por parte de los cristianos fundamentalistas, renacidos y otros.
Sólo nos faltaría la repercusión hacia fuera. El veto estadounidense en el Consejo de Seguridad para evitar cualquier señalamiento de responsabilidad israelí en las matanzas de Gaza es mal presagio. Ojalá que el cantado cambio del embajador USA en la ONU pueda modificar algo en este sentido.
Los ciudadanos del mundo, que dependemos en nuestras vidas de las decisiones unilaterales del único actor internacional hegemónico, quisiéramos que esta renovación democrática y demócrata nos llegara también a nosotros. Que la arrogante prepotencia americana se viera suavizada por una visión democrática que no puede, sin pecado, quedarse en su interior. Que los USA aceptaran la existencia de una comunidad internacional, de unas normas o reglas de juego aplicables a todos. Que renunciaran al uso de la fuerza para la defensa de posiciones indefendibles, que dejaran de intervenir en las decisiones democráticas de otros países, que la amenaza militar y de boicoteo económico americano despareciera del panorama como determinante del marco de las posibilidades de hacer políticas autónomas por parte de los demás países.
Ojalá que el camino a la democracia no se quedara dentro de los USA. Ojalá que los demócratas americanos abrieran también la posibilidad de la libertad y la democracia, de la autonomía política, para todos los pueblos.
(*) Dedicado a Eustaquio Martínez (Eugene Martinez Sr.), de Irvington-on-Hudson, New York, auténtico demócrata antifascista americano, que me enseñó lo de izquierdas que puede ser un americano. In memoriam.
(artículo publicado en laRepública.es)
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