Historia banal de una infamia
El acuerdo entre tres senadores republicanos y la administración de George W. Bush Jr., al que se llegó el pasado 21 de septiembre, ha permitido que se apruebe una ley enviada por el ejecutivo para "definir los límites permisibles del trato dado a los interrogados", proteger a los "interrogadores" respecto a persecuciones penales en los EE.UU., y declarar "admisible" la alegación y el uso de confesiones obtenidas "en condiciones difíciles" ante los tribunales americanos.
Todo ello lleva a evitar la posibilidad de alegar directamente las Convenciones de Ginebra, en especial su artículo 3 común a todas ellas, ante los Tribunales, puesto que se considera - en abierta infracción del Derecho Internacional - que el Presidente de los Estados Unidos puede interpretar las normas internacionales y a su interpretación están sometidos los tribunales.
Así pues, se mantienen los internamientos indefinidos sin proceso, se impide el "habeas corpus", no se aplica directamente a los prisioneros extranjeros la Convención de Ginebra, se mantiene el infierno de Guantánamo, pero, a cambio los del Partido Republicano pueden anunciar, justo antes de las elecciones de noviembre, un acuerdo sobre Derechos Humanos.
Lástima que la decisión del Tribunal Supremo que comenté en su día sobre la aplicación de la Convención de Ginebra haya sido burlada de esta manera por los esfuerzos combinados de los senadores republicanos y la administración republicana, acompañada de la mayoría republicana de la cámara de representantes.
Esta es otra banal historia de una infamia más, porque pactar sobre la tortura es, pura y simplemente, una infamia.
(artículo publicado en laRepública.es)
(artículo publicado en laRepública.es)
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