27.11.06

Cataluña, nueva etapa


Tengo para mí que la votación del Parlamento de Cataluña del viernes 24 de noviembre, por la que invistió como 128º Presidente de la Generalitat a José Montilla, es el momento seminal de una nueva etapa política en Cataluña. Nueva etapa no sólo en la política interior, si no también en su relación con el conjunto de España.

Intentaré explicarme. La votación parlamentaria, culminación en nuestro sistema estatutario de la voluntad popular expresada en las elecciones de 1 de noviembre, además de proclamar a un Presidente, encarga al mismo la formación de un Gobierno. Este nuevo Gobierno, el Gobierno del Acuerdo - curiosamente traducido en muchas ocasiones con el "palabro" entendimiento - Nacional para el Progreso, se encontrará en las condiciones de realizar unas políticas propias en una etapa distinta, claramente diferente, a la que existía hasta la investidura, o al menos, hasta las recientes elecciones.

En realidad, los distintos gobiernos Maragall señalaron el final de la etapa inaugural de la Generalitat restaurada. Completaron el ciclo democrático de la alternancia en el poder político, poniendo de manifiesto con ello la resistencia de las instituciones, y su posibilidad de adaptarse a las variaciones democráticamente decididas. Realizaron además una función de gran importancia, la tutela del largo, proceloso, y hay que reconocer que en ocasiones farragoso, proceso de elaboración del nuevo Estatuto de Cataluña, finalmente aprobado en el Referéndum de 18 de junio. Esta aprobación es precisamente la que, a mi entender, pone punto final a la primera etapa política en Cataluña, iniciada con la restauración provisional de la Generalitat.

Esta actividad maragalliana de impulso del Estatuto nuevo, junto con lo que los franceses acostumbran a llamar "incidentes de recorrido" de sus sucesivos gobiernos, han dejado en la más completa sombra política otras actividades importantes de la gestión gubernamental, como el pacto nacional para la educación, la aprobación y ejecución de la fundamental Ley de Barrios, etc., actividades todas ellas que han puesto los cimientos sobre los que se basarán las políticas del nuevo Gobierno, pero que han quedado políticamente descontadas, mezcladas con las agitaciones de los finales de la etapa anterior.

En realidad, la campaña electoral ya marcó el inicio de lo nuevo. La confrontación de posiciones políticas se centró como nunca en las propuestas referentes a las políticas sociales, con un manifiesto paso a segundo plano de la divisoria referente a la cuestión nacional. Asistimos así a una campaña con contenidos propios de un país normal.

Completada, por tanto, en la etapa ya superada, la regulación de la institucionalidad catalana, y su definición identitaria, se abre ahora una nueva etapa y unas nuevas posibilidades. Ahora es el momento del desarrollo del nuevo Estatuto para dotar a la Generalitat de todos los instrumentos precisos para desplegar políticas propias en los distintos ámbitos sociales.

Superada la permanente y recurrente discusión sobre las esencias patrias, respecto a las que se ha llegado al compromiso normativo fijado en el Estatuto, es el momento del "patriotismo social" del que hablaba Montilla en su discurso de investidura. Ha llegado el tiempo de construir la patria de la gente, ya no de las esencias. Estamos en el punto en que podemos y debemos construir el consenso social sobre las libertades individuales y públicas fuertes e indiscutidas, en que realicemos políticas tendentes a asegurar la libertad de las personas frente a la necesidad, la seguridad frente a la incertidumbre económica, la sanidad frente a los riesgos de la salud, la educación y la atención a las personas dependientes para remover los obstáculos a la igualdad, la promoción económica para la autonomía personal., y las condiciones necesarias para el libre desarrollo de la personalidad en todos sus aspectos, incluidos los lingüísticos.

Estamos ante una nueva etapa que exige, y tendrá, un Gobierno firme y cohesionado, con objetivos sociales y políticos claros. Un Gobierno soldado en un pacto de coalición bien trabado y con previsión de la solución concertada de los conflictos que puedan surgir entre los coaligados. Un Gobierno, en definitiva, que responda a la línea de las últimas palabras del ya Presidente Montilla en su primera intervención en el debate de investidura, cuando decía: "No competiré estéticamente, pero quiero ser de los primeros en el ejemplo ético; no competiré en oratoria, pero quiero ser el primero en decir lo que pienso y en hacer lo que digo; no competiré en promesas, pero seré el primero en cumplir mis compromisos."

(artículo publicado en laRepublica.es)